Con él los bucles del destino.
niebla en la arena mi cruz deja
del otro lado del arroyo
sombras inmensas; el velo rindiéndose y dando lugar a otro aljibe.
un beso, un libro de gatitos, entre montañas de mentiras nevadas,
envueltas para regalo con terciopelo de Castelar.
No valía la pena tanto dolor.
tanta agonía. parado en el centro
huele a desayuno nocturno, a una inmensa cantidad de excusas
simple: darle la espalda a los sueños, el peor de los pecados.
un relieve en papel de algodón con todas las promesas incumplidas
las letras de su nombre
la distancia
el paladar con la amenaza de la costumbre
en estos días que tanto se habló de nosotros; pues prefiero caminar solo
atravesar la oscuridad con una vela por la mitad
¿el miedo?, es conocer todo.
Hasta la última baldosa, dentro del cuenco de la vida
nada por fin entonces es irrecuperable, todo late como Marte.
a los 15 días del mes de abril la comodidad del hogar, esa trampa mortal.
solo es un trofeo de ceniza. aprendiendo a leer, a caminar
enseñarse al espejo y unos cuantos dulces amargos puestos en fila en el marco de la ventana.
De los ocho días de la semana, entre copas, quedé dormido un Domingo.
el absoluto. Una tierra desconocida, aliento del imposible.
mi pasión es el único orador en este templo, luego, baja el volumen de la música.
Puedes mirar los fantasmas a los ojos.
Puedes practicar la virtud
Puedes vivir.
Pero el derrumbe de occidente y mi cariño, el cristal donde escribo este epitafio,la exploración del infierno, y los brazos del discurso dominante a través del Sahara me suplican, imploran, de rodillas, caer fatalmente muerto por la esperanza de las emociones simples.
...y eso haré.
Siempre.
Marcelo Camisay
Mayo de 2014
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