Esto pretendo para mí, el año que viene...
Después de querer algo parecido, hace cinco años ya.
Lo quiero el año que entra.
No antes, ni después.
Mi obsesión es ser querido.
Lo confieso descaradamente.
No tengo límite alguno para eso. Desde un grito, o la partícula más pequeña de un mundo oscuro, necesito sentir ese vapor tan eterno y delicado, del cual carezco para dar, sea por obstinado o pesimista, por obsesivo o delirante, por infame o portador de un puñal.
No puedo, ni quiero, emprender tamaña aventura en soledad.
Hay una fe, aprendida en la última catedral donde me dejaron entrar, que me guía.
No voy a ir solo. Voy con ellos. Voy con vos.
Voy conmigo.
No deseo sufrir tanto, no necesito auto compadecerme tanto.
Amo vivir, y deseo dejar vivir, a los que quieren vivir.
Ok?
Eso.
Que vivan!
No ser una mierda de persona.
Eso busco lograr el año que viene.
Debo confiar en la sinceridad de los sentimientos ajenos.
Debo confiar más en la sinceridad de los míos.
Que no sean estas palabras, inoportunas a la sombra de las pérdidas.
Olvidarme de todo significa casi una misión a ciegas, debo confiar en quien no confió en mí.
Existe una jerarquía habitual en el caminar. Es un poder que todos tenemos, y usamos poco. Lo voy a usar más.
Además, intentaré la posibilidad concreta de formar imágenes , como si fueran novelas.
Deseo hacerlo con mis manos.
Quiero hacer esto el año que viene.
Y deseo concretarlo en una pieza preñada de mezquindad.
Anhelo conservar esta buena y sufrida vocación mutante todo el tiempo que pueda. O que me dejen.
Amar a mis hijos, aunque estén lejos, y no quieran amarme como quiero que me amen.
Abrazados, eso, entre sábanas de terciopelo punzó.
Esa serà mi Victoria, como ella.
Deshacerme de esta actitud de salvaje. Ser más social.
Hacer el intento de dormir acurrucado en una valiente anécdota, o en la primera historia de amor ajena que pase por casa.
Ganarme la solidaridad y lealtad de locos y desesperados.
Hacer más ejercicio.
Espero caminar más, y escuchar a los que saben, también más.
Ser habitual.
Transformarme en un fotograma de cine policial de los años cuarenta.
O cuarenta y cinco.
Eso es mejor.
Logré dar, lo confirmo ahora, besos más sinceros y reveladores.
Beso ahora sin contradicciones. Sin sangre en los labios.
Ese será el desafío del año que viene, maravillarme dando algo que no tengo adentro, sino afuera. Lejos de mi voluntad peregrina.
Los besos no me pertenecen.
No dispongo, afortunadamente, del monopolio de los besos.
Me hace feliz estar condenado a buscarlos en tu boca.
Todas las vidas pasadas en que nos besamos lo hicimos igual, es por eso que sabemos que venimos de vidas pasadas.
Querer y cuidar mejor a las plantas.
Lo hago con bondad, tengo a cargo muchas, que reciben diaria y estoicamente, sus habituales dosis de agua, olvido y plegarias.
Deseo alguna forma de exilio el año que viene.
Alguna silueta de playa, con naufragios a la vista.
Permitirme aferrarme a un relato fantástico, rosas de oro, en praderas inmensas, como la soledad del soldado.
Eva tejió con sus manos un puente. Advertí eso este año que se va. No voy a olvidarme nunca. Las orillas del río están unidas ahora y los cimientos, frescos, desafiantes, están a la vista para morirse de envidia. Cada uno irá al centro.
A abrazarse.
Esto quiero el año que viene.
Después de querer algo parecido, hace cinco años ya.
Lo quiero el año que entra.
No antes, ni después.
No disculparme de ese imbécil que no me quiere.
Porque debería?
Nunca le creí cuando me dijo un día que había elegido el camino de los fracasados, porque me río a veces, y al hacerlo, confirmo que triunfé.
Entonces, este año cuando él me lo repita, tampoco le haré caso.
Voy a cagarme de risa. Ni me disculparé.
Por qué hacer eso?.
Prefiero no hacerme el tonto.
Prefiero ser inmortal.
Mis amigos.
A ellos, lo que quiero el año que viene, es a ellos.
Los necesito con candor.
Ellos piensan, que no les doy el tiempo, su tiempo, y tienen razón. Es hora de admitirlo.
Sentirme Enrique V en sus compañías, derramando nuestra sangre en Agincourt, el año que viene.
Es la huella de su amor, la lealtad, la que me llevo para siempre en la piel.
"Y maldito sea el que no ha estado aquí..."
Algo más.
Necesito que la vida me pegue en el rostro con tu sonrisa.
Quiero besarte, antes que te vayas para siempre.
Estando fatalmente enamorados, y se sabe, porque lo leí este año, los sentidos se alteran, modificando la realidad, el destino, Él color de la luna o el formato de Tokio.
El paraíso de la infancia, con las garzas atrapadas en palabras.
De eso se trata.
Hacer lo que no intenté este año que muere.
Quiero hacerlo el que viene.
Después de querer algo parecido, hace cinco años ya.
No antes, ni después.
Otra cosa.
En la legión de las groserías que me inundan, la mejor es la obsecuencia, otra la irracional lealtad, y lo inmundo de arrodillarse, otra más.
Voy a combatir esas cosas, y más, el próximo año.
Lo haré, hasta dejar la carne cruda preparada para la cena.
Aprendí a nadar. Antes me hundía fácilmente cuando mi espíritu se ponía a prueba, como dados recién tirados.
Hoy me voy a pique más rápido si no estás conmigo.
Porque nadar es un hecho estético de a dos.
No se requiere agua para hacerlo.
No hay sal.
No debe haber sal.
Eso logré entender este año que se va.
Y si esta fuera la última imagen, en mi último momento, que sea esa imagen.
Por otro lado...
San Agustín, en el apacible bosque, con la mirada fija en nuestras charlas atravesadas por las lágrimas.
Me espera tanto como yo a él.
Eso quiero el año que viene.
Después de querer algo parecido, hace cinco años ya.
No antes, ni después.
No desearlo más, y salir a su encuentro.
Quiero mirarlo.
Prohibirme la austeridad del puritano. Hundirme en la disciplina del vino.
Perdonarlo, porque no sabe lo que hace.
En cada día que se muere, en cada Pascua de resurrección,
Me espera una jungla el año que viene.
Y faltaré puntualmente a la cita, el año que viene.
Abusé de la urgencia. No puedo dejar que eso ocurra el próximo invierno.
He puesto el reloj a la misma hora de siempre, y despertaré cuando el mal entre a mi habitación.
Como siempre, esperándolo con una sonrisa, que no es la mía.
Quiero hacerlo el año que entra.
No antes, ni después.
En la determinación está el ocaso de ese tiempo.
Lo aprendí.
La intención es olvidarlo el próximo año.
Me chupa un huevo, sí, leíste bien, me chupa un huevo escuchar las quejas de los privilegiados, y quiero ser cada vez más inmune a esa obscenidad.
Deseo paz, buscándola en la poesía de los hoteles abandonados.
Ballard bien lo dijo una vez.
Quise leer muy poco y no influenciarme, para lograr ser escritor.
OK ,...fracasé.
Asumo estar condenado entonces a ser lector.
Es cómodo, mucho mejor, me acostumbraré, y el mañana no se extingue.
Cuantas veces morí este año? ...dos, no es tanto.
Para el que viene espero no superar esta estúpida marca.
Deseo ser parte de una emboscada, el año que viene.
Ser cotidiano, antes de cabalgar.
Salir de juerga con gitanos, y mirando a través de un vidrio empañado de sudor, intuir que nueva forma tiene tu cuerpo, preparado solo para mi.
Esperándome en esa cabaña.
Intentaré, imagino, saltar tan alto como la ciudad me permita.
Necesito beber de lo imposible.
Este año, lo logré dos veces.
Tres, el próximo, no será nada malo. Tengo esperanza.
Lamento mucho que hayas estado a mi lado, en mi peor momento, con el miedo cruzándote el alma!.
Pero estuviste.
Por eso y tantas cosas, te pido perdón y espero repetirlo.
Una mirada tuya vale todo el té de la China.
Echados los naipes, la lisonja preparada para asombrar.
Quiero desear, y ser educado en la conquista de la gloria.
Esa gloria es tuya y prefiero no dejarte tan sola.
Para no quedarnos solos los dos.
Diluidos finalmente en una magnifica desolación.
Soy tu hijo, y esperé muchos años para decírtelo.
Ya no espero más.
Para el año que viene deseo empezar algo y dejarlo a la mitad, como siempre, así sabré que estoy incompleto, como siempre...
Espero tener un amor inolvidable, buscar algún tesoro perdido en la geometría de la crueldad y admirar música nueva.
Escucharé a Bill Evans entonces, de nuevo.
Después de querer algo parecido, hace cinco años ya.
Tengo dos desafíos para el año que viene.
revelar cual es el sonido de una idea, y escribir un quinto evangelio.
En esta cadena indescifrable de escalones, tengo ganas de subirme a un pretexto para tomar impulso.
Tu piel es oscura, como tu pelo, como tu caminar, como tu biblioteca...
Dios te salve María, llena eres de gracia.
Desde lo alto del puente colgante nacarado.
Todas las gotas de lluvia me dicen secretos.
Gota tras gota, tras gota...tras gota.
Y creo en todas ellas.
Creo en su color de voz al hablarme.
Todas gritan lo mismo.
"Pueden construir el mejor de los templos.."
Entonces, haré un templo el año que viene, eso tengo ganas.
Me enteré, por el diario de ayer, que no soy infinito.
Un día, de algún año, diré adiós a la tierra.
Precipitado desde una alfombra voladora, entenderé la quietud, la esperanza de vivir hasta final, feliz, desnudo en el desierto.
Me he mirado muy poco las manos, este año.
Estaban perdidas entre tus senos, la taza de café, los papeles de tontas poesías, la mirada del extraño, el horror a la ceguera de Borges, el vacío, o todo lo que sucede por única vez.
Sin embargo, quiero concluir esos textos de poesía que me han iluminado tanto, cancelada la exigencia morbosa de la urgencia.
Revisitarlos, con placer, se presume tan urgente como cuando uno arriba a la casa de una tía buena, esperándote ella al atardecer, mientras su bizcochuelo de naranja se enfría en la ventana.
Este año que viene propongo decirle al mundo que tanto la destrucción como la duda, son hermanos inseparables, fieles, y llenos de una crueldad tan exquisita como una amapola al sol.
Quiero contarte un secreto. Es el momento.
Ninguna mujer se ha quitado la vida por mí, o ha sufrido innecesariamente.
Me alegro mucho por eso.
Porque sé que no valgo una puta bala, de un puto corazón como el mío, de una puta tragedia, de un puto desánimo, que lleve a alguien a hacer algo tan tonto, tan descuidado y tan inhumano...con alguien tan tonto, tan descuidado, y tan inhumano como yo.
Aspiro cumplir esos 45 que estarán acechando con ganas, imagino, en ese Junio del 2012, luego de la medianoche.
Lo necesito.
Por qué?
Lo sé bien, pero no quiero contarlo hoy.
Quiero hacerlo el año que entra.
No antes, ni después.
Bailar rumba, tango o malambo,...lo que sea. Danzar.
Me hice la misma promesa hace cinco.
Ahora Victoria me enseñará, el año que viene.
Y nuestros cuerpos van a celebrar, exprimiendo ese rito, saltando de alegría hasta el cielo.
Fui siempre muy malo para bailar, como también para emborracharme o ponerme grosero con el dueño de ese bar.
Espero aprender el año que viene a emborracharme bien, para no ser tan grosero con el dueño de ese bar.
El, su puto bar y mi resaca se lo merecen.
He tenido sacrificios que no han valido un peso.
He fallado en llegar a entender las baladas de los ciegos del tren.
Mis monedas no fueron suficientes. Mi pena, no fue oportuna.
No pude entender esa ceguera.
Perdí mi vista en esas luchas.
No hubo flores, no hubo despedida alguna para atesorar.
No hubo eternidad.
Esto necesito repararlo urgente el año que empieza.
Sé que Dios no cree en nadie, ok, anhelo creer en Èl, el año que viene.
Espero que ese día sea viernes, y la noche, Julieta.
Sus ángeles, por Él enviados, me pedirán de rodillas que le dé un poco de tiempo.
No voy a ser tan idiota para no hacer eso.
Lo haré entonces por los hombres penitentes, por los caídos en combate, por los débiles.
Lo haré por las mariposas sin dueños, por África, tan mía, tan tuya, por todas las biblias, por la oscuridad salvaje.
Por la montaña, el ocre de la mañana, por toda orilla bien dibujada, por el peligro, el latido del papel, por los herederos.
Lo haré en mi honor.
Lo haré de puro egoísta.
Lo haré de puro Dios.
Lo haré porque Él me lo pide.
Cuando era niño, hace de esto muy poco, viajé en bicicleta con mi padre. Mi pie izquierdo entra tontamente en la rueda trasera, ambos caemos al suelo. Era de noche, no sé si hacia frío.
Queda una cicatriz ,afortunadamente, pero el recuerdo de sus brazos llevándome a la carrera entre la noche están presentes, esas lágrimas pidiendo absurdas disculpas, porque esa culpa era toda mía, serán inolvidables.
Y disfruto hasta recién nomás ese acto de amor suyo.
El calor de sus brazos, lo heroico, lo eterno. Lo perpetuo.
Anhelo ser yo ahora el conductor de bicicleta, que sea él ahora haciendo lo mismo que hice, y poder llevarlo en brazos, llorando y diciéndole esta vez, que por mucho tiempo no le di las gracias por ese suceso, porque todo ello me dejó ser el hijo suyo que soy por siempre.
No me preocupa saber si hacía frió esa noche.
Me preocupa ser su padre ahora, y el año que viene.
No antes, ni después.
Y, como cuenta Ernest, aquí me quedaré entonces, encerrado viendo el mar donde brilla un revolver, pero con la forma de tu cuerpo entre las sábanas.
Hay un viaje, en mi barco, el año que viene. Eso percibo
Presto para la tempestad, su cubierta llena de regalos, las velas infladas por los alisios y el coraje.
Me ocupé de no ponerle ancla. No va a fondear nunca.
Está bautizado, es bravo, valiente, intrépido.
Rápido.
Es mi sueño azul, el viaje que espero.
Esto pretendo, mis amigos.
Lo quiero el año que entra.
Después de querer algo parecido, hace cinco años ya.
No antes, ni después...
Lo quiero por mí.
Lo quiero por vos. Por nosotros.
Hasta mañana.
Marcelo César Camisay
Buenos Aires, 31 de Diciembre de 2011.
Nota.
El texto se agranda más y más y ocurre, estimo, por dos cosas.
Admito que me lo permití tontamente en primer lugar, y acepto que él ha sido tan tozudo , no liberándome de corregirlo, en segundo.
Es rebelde, inquieto, despiadado. A quien habrà salido?.
En este tiempo, le he tomado respeto, quizás, demasiado.
Pero aún creo que tiene cosas para que las diga yo por él.
Me he tomado el derecho de interpretarlo, el me ha elegido para hablar de mi, así pues, hay una sociedad cómplice que nos hace bien a ambos.
Temo, con el paso del tiempo, haya finalmente escrito el libro que imaginé que nunca podría hacer...por su culpa y maldad.
Y la mía.
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