Y una gota de sangre cayendo sobre el espejo.
El cuenco en los ojos, la ausencia del sol
Encadenada al otoño, una llave privada.
Su espacio íntimo, luz en Chicago
La juventud consiste en dejarse caer, alegremente sobre la
noche.
«Disculpe, necesito amarla hasta el jueves».
«Es un hombre, aléjese por favor, solo en mis fotos el amor
cabalga»
Paseamos a través del parque, el sendero fabrica sombras,
los enamorados dolores de parto.
Nadie se fuga de esa mirada.
Todo el celuloide de New York, una ventana que mira al niño
Este globo recién inflado, el caballo por la calle, los
ancianos , esa pareja durmiendo en el vagón, la lluvia imperfecta, el odio
reprimido, la venganza del papel, escalinatas con peldaños de errores, tus
fotos de bronce, el azul de la frente, los bocetos, las ciénagas de Marte.
No hay montañas, que curioso, son tan impenetrables como tu
perspectiva.
Aldea, fiesta, su vestido violeta, la técnica del contorno.
Y el espejo.
Todas sus formas, el delirio de los fines de semana, el
calor del obturador, desayuno almuerzo y cena
Si el carnaval es un desastre, quedará a salvo con un grito.
Voyeur de la elegancia ajena, la eternidad es un enigma
irresuelto.
¿Por qué has hecho esto Vivian?
Nos condena a seguirla, a través del bosque de mármol, pies
desnudos, sin vanidad, con el blanco y negro a cuestas, ya no somos desertores
del mundo, es el infame mundo que huye.
Los ancianos miran con sus ojos cansados esas ropas
abandonadas en el rincón del hotel, ventanas de par en par, tu familia ausente,
la mínima referencia del ego.
Las cerezas.
Tu bandera, el crisol y la paz de Oriente.
Quizás es mi soledad.
Quizás sea un mensajero con el puñal en la espalda llegando
a casa.
Puede ser la tormenta, con esos ojos mojados, será acaso la
pesadilla, esa intrusa tan bella que no nos deja dormir.
La danza de las minorías nos invitan a un paseo.
La orilla del cielo, la ochava de la fiebre, advierto la
gaviota, la dejo ir, no es mía todavía, es de ella, no es nuestro tiempo.
Si la geometría de ese disparo lleva tu piel, entonces rio.
Nos importan cada vida de los habitantes, cada pañuelo
rebosante de lágrimas, cada diafragma y tu intimidad ahora es de todos, tu
mirada del mundo, del mundo descubierto, la mirada y el rayo, el perfume
inevitable del arcón con tus cosas.
La más grande soledad nunca contada.
La más grande canción de cuna, jamás revelada.
(a Vivian Maier)
Marcelo Camisay, Diciembre de 2013
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